martes, 26 de junio de 2012

Doctor Avelino Gutierrez ilustre indiano originario de San Pedro de Soba




 El doctor Avelino Gutiérrez (Un ilustre indiano en el Ateneo). Hace poco tiempo, al recolocar en su nueva sede - calle Gómez Oreña 5, esquina Pedrueca- las ciento y pico piezas que componen, entre esculturas, cuadros, muebles, etc, el patrimonio artístico del ateneo, nos encontramos con una, concretamente la escultura de Miguel Blay y Fábregas (Olot, 1866-Madrid, 1936) que al estar colocada sobre un plinto de mármol encastrado en una de las paredes del viejo ateneo, nos planteó ciertas dificultades para su traslado, pues no requiriendo renunciar a la lápida inscrita con datos y recuerdos históricos de recepción, nos parecía, sin embargo, desde un punto de vista puramente estético, demasiado severa, incluso algo sepulcral, como para ponerla a la entrada del nuevo salón de socios. Después de darle algunas vueltas al asunto, optamos por recuperar dicha lápida y ajustarla a su actual soporte de madera, pintándolo en un color de tono muy suave que, pensamos, armoniza con los demás colores del salón. Pero todo esto es lo de menos. Lo demás es que se trata de un busto escultórico de gran calidad hecho en mármol de Carrara con una técnica impecable y añadiré que con mucho cariño. Cuando Miguel Blay lo esculpió, en el año 1912, tenía Avelino Gutiérrez 48 años y gozaba ya de un prestigio y consideración que sin duda esas circunstancias influyeron en el autor de esta obra, para volcar en ella todas las posibilidades de su arte. Curiosamente muchos socios del Ateneo ni siquiera la recuerdan en su antiguo emplazamiento. Y entre los que la recuerdan, muy pocos saben quién fue el tal doctor Avelino Gutiérrez, ni cómo llegó a parar su efigie hasta nuestro Ateneo. Escribo este artículo con la intención de aclarar un poco todo esto. Los datos biográficos de don Avelino que aporto a continuación, así como los referentes al traslado y cesión al Ateneo de Santander de su retrato, los tomo de una conferencia pronunciada en el ateneo en el año 1977 por Ignacio Vázquez Maza, montañés de nacimiento, quien fuera amigo y colaborador de don Avelino en Buenos Aires durante muchos años y responsable y autor, en su día, de los acuerdos y trámites necesarios para la cesión y traslado hasta Santander de la figura de don Avelino. Hijo de Nicolás y Manuela, Avelino Gutiérrez nació el día 21 de julio de 1864 en San Pedro de Soba. Sus padres eran parientes del poeta argentino Baldomero Fernández Moreno, cuyo busto en bronce –donado por el Centro Montañés de Buenos Aires- puede verse en el paseo de Reina Victoria, a escasa distancia del de Gerardo Diego. Del poeta Fernández Moreno decía Gerardo diego en su última lección –pronunciada el 1-12-1966 al despedirse como profesor del Instituto “Beatriz Galindo” - : “ Habría que citar, aunque solamente por semejanza pero no por conocimiento recíproco, al gran poeta argentino Fernández Moreno que fue también niño montañés, hijo de padre montañés, también de la banda oriental, y que nos ha dejado en “Aldea Española” y en sus prosas autobiográficas recuerdos de la escuela, de los juegos infantiles, de las sensaciones y descubrimientos del alma asustada del niño, descritos con una maravillosa prosa, todavía más maravillosa que su verso, que recuerda a veces la de Manuel Llano. Con la diferencia de que Fernández Moreno nació en ambiente propicio; su padre era entonces un indiano rico y por consiguiente la vida de niño que tuvo fue distinta, aunque fuera muy auténticamente campesina, a la de Manuel Llano”. En las páginas del citado libro –“aldea Española”- puede leerse asimismo una descripción del padre de Avelino Gutiérrez –Nicolás Gutiérrez del Arroyo- del que dice: “ Labrador y pastor, siempre andaba a vueltas o con un injerto o con un becerro. Tenía algo de albéitar: parteaba a una vaca si venía el caso y extendiendo sus conocimientos alrededor, componía el hueso roto o concertaba las coyunturas disparatadas. Conocía al dedillo las hierbas para cocimientos y emplastos. Era buscado, pues, para todo esto, desde luego que por práctica y no por estudiada ciencia”. En otras palabras, el padre de Avelino era médico de nacimiento. Sin embargo y aprovechando la circunstancia de tener un hermano millonario en América, pretendió en su momento que su hijo continuara los negocios del tío. Pero no iban a suceder así las cosas, Avelino estudió el bachillerato con los Escolapios de Villacarriedo y cuando consiguió su título de bachiller, soñaba ya con ser médico-cirujano. Con 18 años desembarca en Buenos Aires y dejando a un lado la idea de trabajar junto a sus prósperos parientes, ingresa en la Facultad de Medicina de dicha capital. Terminada la carrera hace la tesis doctoral que resulta galardonada con medalla de oro, iniciando seguidamente el ejercicio de una profesión en la que iba a conseguir, a través de diferentes y destacados cargos hospitalarios, los mayores éxitos y distinciones. Hay una anécdota contada por nuestra paisana Consuelo Bergés, excelente traductora y escritora (Personalidad montañesa del año 1983) residente algún tiempo en Argentina, que ilustra de manera cabal lo que iba a ser en el futuro, en cuanto a generosidad y solidaridad se refiere, la personalidad magnánima de don Avelino. Se había abierto una suscripción pública con motivo de un desastre nacional, cuando el doctor Gutiérrez tenía ahorrados sus primeros 7.000 pesos. Pues bien, todos los entregó a favor de aquella benemérita suscripción. Ante semejante actitud, su mujer, se quejaba suavemente: “Pero Avelino, si es todo lo que tenemos”. “ No importa, mujer, ¡somos jóvenes! ”. En 1914 –año en que se inaugura también nuestro Ateneo- como homenaje a Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel desde 1906, funda la Institución Cultural Española, que inmediatamente establece una cátedra de Cultura Hispánica en la Universidad de Buenos Aires, con la condición de que el primer conferenciante debía hablar sobre Menéndez Pelayo y su obra. Tarea que realizó el gran discípulo de don Marcelino: Don Ramón Menéndez Pidal con una conferencia titulada “ La evolución del genio de Menéndez Pelayo ”. Desfilarían por aquella cátedra a lo largo de los años, personajes tales como: Ortega y Gasset, Agustín Pí y Suñer, Casares Gil, Julio Palacios, Jacinto Benavente, Eugenio D’ Ors, Rey Pastor (yerno de don Avelino), Gustavo Pittaluga, García Morente, Pérez de Ayala, Ramiro de Maeztu, Gregorio Marañón, Novoa Santos, Claudio Sánchez Albornoz, Américo castro, Luis Jiménez de Asúa, etc. Con motivo del 25º aniversario de la “Cultural Española”, en un discurso pronunciado por don José Ortega y Gasset, al referirse a su presidente Avelino Gutiérrez, le describe así: “ Un gran español que es a la vez, un gran argentino; un hombre de alma ejemplar, de moralidad acerada, insigne en su profesión quirúrgica, maestro de varias generaciones de médicos argentinos, honra y prez de ambas naciones, ese espléndido montañés de semblante venerable, atezado y triangular, que es don Avelino Gutiérrez”. Tuvo también buen olfato para los negocios, adquiriendo en el Sur argentino fincas de enorme extensión cuando aún eran desérticas e improductivas. Asimismo en Bariloche, donde se hizo construir uno de los primeros chalés en aquella zona, y en Mar del Plata. Su gran preocupación fue siempre la enseñanza. Con tal motivo dirigiéndose a los líderes de Argentina y España, durante una de sus alocuciones, manifestaba: “ No hay la menor duda que para una guerra, el dinero se saca de donde sea; pues bien, pidamos una parte infinitesimal, pero para la enseñanza. Para instrucción y fomento deberíase echar la casa por la ventana, y si fuera necesario, hipotecar el mañana”. La última fundación puesta en marcha por el doctor Avelino Gutiérrez, se llamó “ Asociación de Cultura y Protección al Inmigrante Español” junto con el “ Instituto Politécnico Hispano Argentino”, destinados a la enseñanza gratuita de carreras cortas. Tras 33 años de provechosa labor y casi acabada la inmigración a la Argentina, pues los españoles entonces emigraban hacia Europa, dejaron de tener sentido dichas instituciones. Ignacio Vázquez Maza, nuestro coterráneo anteriormente citado, último presidente de tan altruistas empresas, fue el encargado de liquidarlas. En su conferencia del año 1977, decía con emoción: “ Pero quedaba otro valor. Algo sagrado para nosotros en el Instituto Hispano Argentino. Y era el busto de mármol de Carrara, obra del escultor catalán Blay, donación que los hijos del extinto don Avelino hicieron a la entidad que fundara su padre. Acordamos los dos ex presidentes y liquidadores del Instituto, solicitar anuencia a los hijos que quedaron de don Avelino, para ceder el busto del gran científico y pedagogo, al Instituto de Cultura Hispánica y al Ateneo de Santander, propuesta que el Escribano Nicolás y doña Rita Gutiérrez aceptaron con singular agrado y enorme satisfacción al entender la trascendente glorificación que significaba avecinar a su padre junto a las gloriosas personalidades inmortalizadas en su propia tierra de nacimiento”. Así se pactó el regreso de don Avelino a su tierruca natal. Nuestra ciudad quiso honrarlo hace muchos años dando su nombre a una pequeña calle del barrio de Miranda muy animada últimamente. En el nuevo Ateneo veo a don Avelino contento junto a los artistas cántabros que le rodean y acompañan. Pero también nosotros podemos estar satisfechos con la compañía de “ ese espléndido montañés(Sobano) de semblante venerable, atezado y triangular” –palabras con que lo definiera Ortega y Gasset- que representa en sí mismo un buen ejemplo a imitar en el recién estrenado salón de socios del Ateneo de Santander.